20 de junio de 2009

Algo mas que un sueño, el espino albar

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Lluvia, si… mucha, apenas se veía, horizonte, gris, agua, barro, mucho barro. Me siento entumecido, el frío y la lluvia me agarrota el cuerpo, ya llego, reconozco las piedras, los árboles,
estoy cerca.



Miro mi lanza…limpia, esta muy limpia, hoy no la he utilizado, nadie salió de su escondrijo, ayer tampoco.


Comienza la pendiente, sigue, ya casi inaccesible, a no ser por las raíces y salientes que me permiten una ascensión segura.


Allí estaba ella, mirándome, esperando mi regreso.



No dijo nada, me cubrió con una gran piel de bisonte, me acerque al pequeño fuego, ahí me quede sentado, cansado, con las manos en mi rostro, sin decir nada, pensando. Hacía 4 días que no conseguía cazar ninguna pieza, pasa el tiempo.



Sentí sus manos en mis hombros, deslizarse suavemente en mi pecho, un abrazo, percibo sus suspiros, sus senos, un susurro.


-Vamos he preparado algo de comer, dijo ella.


Estaban todos, los niños, los abuelos y el resto de la familia.



La abuela, seguía cosiendo pieles con su punzón y aguja de hueso; el abuelo machacaba ocres, era un artista, ahora que ya no estaba ágil, pasaba el tiempo con sus pinturas. Tengo que traerle mas colores, pensé, me acorde de las piedras negras que había visto tiempo atrás, a dos días de camino.

-¿Que tienes de comer?

-Mira he preparado: ensalada de hierbas, berros, diente de león, llantén, raíces tiernas de cardo, hoja tierna de abedul y unas bayas de mundillo para dar sabor. De segundo sopa de harina de saltamontes, con hierbas aromáticas…todavía nos queda harina de la recolecta de este verano.



También he preparado unas brochetas de caracoles con hierbas a la piedra….la losa que me trajiste me va de maravilla. Además mi hermana ha dejado de curtir las pieles para poder preparar una exquisita macedonia de arándanos, gayubas, endrinas y grosellas.


Comencé a comer, mientras pensaba en los días que no conseguía una buena presa; conseguir el alimento para el clan era muy importante para mí y sobre todo para ellos; se acercaba el invierno y necesitamos provisiones; mañana iré con mis hermanos, siempre es mejor cazar en grupo


No había dado dos mordiscos cuando la abuela me dice: Toma pan, come el que quieras; recogimos muchas majuelas este otoño, tu esposa y yo, hemos molido tantas, que tenemos harina para pasar dos inviernos.


Majuelas, me quede pensativo….majuelas…..
.


Agradecí el pan caliente, recién hecho, seguí comiendo, en silencio, no dije nada, ni tampoco después al tomar la agradable tisana, una mezcla de menta, tomillo, tilo y miel de abeja salvaje.



¡Gruñidos! ¡ruidos! ¡sobresalto! ¿Qué pasa? ¡Una lluvia de tierra y piedras cae sobre mi! ¿Qué sucede? ¿Que es tanta tierra? Ya veo, Jan y Grim habían descubierto la madriguera de un conejo y estaban escarbando como posesos sin preocuparse donde tiraban la tierra; los muy cabritos me la echaron toda encima, despertándome bruscamente.



Me incorpore y sacudí lo mejor que pude, tenia tierra en todo el cuerpo, el pelo, oídos y partes intimas que no vienen al caso nombrar.




Estaba tumbado descansando a la sombra de un roble, junto a un arbusto de espino albar. Me quede dormido y mis queridos perritos me despertaron bruscamente con un buen susto. Todo había sido un sueño.



Aquel día, estuve visitando abrigos y cuevas trogloditicas, con restos tasados en 20 o 30 mil años.
Me impresionó pensar que aquella gente, pese a su precariedad tecnológica, tenía una inmensa cultura de su entorno, posiblemente heredada de sus ancestros y ampliada y mimada por ellos.



En sus cacharros de cocina se encontraran restos de bayas y frutos muy diversos pero las majuelas se encontraron muy abundantes, en muchos yacimientos prehistóricos.

Aquella misma tarde, en el bosque, había visto unos arbustos con pequeños frutos que después de resistir el invierno, se mezclaba con sus bellas flores blancas, que resaltaban aun mas su rojo intenso.


Me llamaron la atención mas que ninguna otra vez, me detuve a contemplar aquellas pequeñas y bellas florecitas, con aquel olor intenso a miel, que atraía las abejas para recoger su polen,…Eran arbustos de Espino albar. Pensar que después de miles de años las mismas plantas conviven con nosotros, compartiendo nuestra historia, me hizo sentir una extraña sensación y mas cuando aun hoy en día nos sigue ayudando a vivir.

Es posible que esta asociación de ideas motivara mi curioso sueño.

Me parecieron tan hermosas las flores, que no pude resistir la tentación de acercar mi objetivo
macro y robarles su imagen.


Me quede embelesado recreándome con la aroma y la belleza que a simple vista intuía, pero no veía con claridad….hubiera estado horas contemplándolas a través del objetivo que iba desplazando despacito apareciendo y desapareciendo imágenes a cual mas bella.



Las majuelas son los frutos pequeños y rojos del espino albar; arbusto con espinas y representado prácticamente en todo el mundo por sus diferentes variedades.
Aquella tarde, contemplando la blancura de sus flores, pensaba en lo valioso que fue y es, el Espino albar, lo generoso que fue con nuestros ancestros y con nosotros mismos, desde que el mundo es mundo.



Se hacia tarde, el sol se estaba ocultando, comenzaba a refrescar. Jan y Grim hacía rato que me observaban impacientes, así que me levante y tomamos el camino de regreso a casa…
Mientras caminábamos no dejaba de pensar en el espino albar, su importancia como alimento, y sus valiosas virtudes, prácticamente descubiertas a finales del siglo XIX y que siguen siendo utilizadas para tonificar el corazón y aparato circulatorio, sedantes, antiespasmódicas, contribuyen a regular la presión sanguínea y desequilibrios neurovegetativos….con simples tisanas, exentas de riesgo al no tener ningún componente tóxico.

Que curioso, pensaba yo…antes que tan solo se conocían alguna de sus propiedades, era conocida y utilizada prácticamente por toda la humanidad de la época, y ahora que se han descubierto posiblemente todas sus virtudes, la humanidad prácticamente no lo conoce; salvo estudiosos del tema y personajes raros y curiosos que les encanta la naturaleza y la vida natural.


El sol había desaparecido ya del horizonte, la brisa que nos acompañaba se quedo en el último recodo del camino, aceleramos un poquito el paso, a lo lejos, ya se veía la casita con su lucecita en el porche…preciosa tierra pensé, se respira historia, inquietud y vida…incluso después de la muerte….me gustaría volver al Périgord Noire.


Espino albar: Crataegus monogyna, florece en primavera, los frutos se recolectan en invierno

Las hojas tiernas se pueden utilizar en ensalada con agradable sabor a miel
El fruto es muy rico en vitamina C
Las infusiones medicinales se preparan con las flores secadas a la sombra y en lugares ventilados y secos

Dibujos: Google
Fotografías: Franki